lunes, septiembre 04, 2006

La bienalización del arte flamenco


Muy bueno el artículo de este mes de Luis Clemente en El Giradillo. Saquedaoagustoeltío....

Con carácter continuista, estrena director, el quinto de su historia, esta nueva, y van catorce, edición de la Bienal, que celebraba a platillo su cuarto de siglo hace dos años: tras el descalabro de un superespectáculo no representado, que supuso déficit y razón de destitución, el nuevo director proviene de la gestión universitaria y deja hacer. Otea y llega con las rebajas. Con una Agencia descabezada, con la baja de un Teatro Maestranza en reforma (no debería ser ésa razón para tan escasos estrenos), de nuevo sin contar con barrios o peñas, la autoproclamada cita más grande con el flamenco nos otoñea un año par más. Sin sorpresas aparentes: veremos buenos espectáculos, pocos, pero, eso sí, destellos muchos. Y una urdimbre de cursillistas recorriendo la ciudad de dos en dos.
Sigue sin ahondarse en cierta tendencia última de coproducción entre festivales, sin luchas por exclusividades y estrenos, y en otro sentido no estaría mal aprender del Festival de Jerez por el fondo y la forma en que se distribuyen los diferentes ciclos. Bien es verdad que existe una larga previa de jóvenes, ahora en el Jardín del Valle, y dado el perfil estudiantil del nuevo rector flamenco -ya desde el frente del área cultural del Ayuntamiento-, se intensifican los cursos, en colaboración con tres universidades cercanas, y se podrán visitar hasta seis exposiciones. Incluso se editan dos discos, 'Homenaje a Naranjito de Triana' y 'El Carbonerillo', pero no se editan libros como en anteriores ocasiones… aunque sí se presenta un número de 'Música oral del Sur'… y el coleccionable audiovisual con sello Bienal, cuyo estreno se hace con la obra de una bailaora que no estará en esta edición, María Pagés. Por lo menos ya no soportamos el bochorno de un concurso polémico por norma, casi.
Un repaso al programa augura burbujas de resaca bailaora entre visiones espectaculares, ironías de estrenos absolutos, de sucesión de cuadros sin escenografía, previsibles movimientos de compañías… Bienvenidos a la galería del tacón. Sólo cuatro actos para guitarristas. Hay una buena parte, como viene siendo habitual, de espectáculos de intermitencias: cójanse buenos cantaores, combínense con un par de guitarristas enlaces y peritos e introdúzcanse bailaoras de todos los colores en montajes donde se sucedan cuadros sin pausa: con ritmos alternos se dan la mano coreografías de fusión en frío. O batas de "protocola" mirándose el ombligo, después del milagro de la repetición. ¿Y qué decir de los excesos numéricos y temporales del fin de fiesta? Esos salteados de bulerías... Nos queda el Hotel Triana… Y el flamenco masivo, que debería ganar terreno para los jóvenes, sólo ocupa un día del Auditorio. Podía haber sido peor. Podría estar lloviendo.
En fin, gestores, ellos mandan. También en el flamenco. Si los festivales marcaron la penúltima etapa en la historia del flamenco, hoy se encuentra bajo palio institucional, víctima de la reciente "bienalización" del arte: por ahí el flamenco comisariado quiere, durante treinta y tres días, convertirse en escaparate. Y aquí tenemos el mayor del mundo, en Sevilla.

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