Si todavía no habéis escrito la carta a los reyes magos, os recomiendo que metáis en ella este libro de
Gonzalo. No sé hasta qué punto es autobiográfico, pero me ha gustado leerlo y me quedo con ganas de hacerle tres o cuatro preguntas, con una cerveza por delante, a poder ser. No sólo plasma la realidad del trabajo precario y las increíbles
tragaeras que muchas personas demuestran tener a la hora de mantener un puesto de trabajo que no es, ni mucho menos, el que deseaba conseguir cuando estudiaba. También recoge los frustrantes intentos de escribir una tesis sobre el nacionalismo y mantener las relaciones personales con amigos o con la pareja trabajando en horario nocturno, vamos, misión imposible. Pero bueno, aunque la realidad del protagonista sea así de jodida, tampoco es un libro para echarse a llorar. Hace tiempo, escuchando a David Trueba en una mesa redonda sobre guiones cinematográficos, tuve que darle la razón cuando se puso a "criticar" a Ken Loach. A ver, tampoco es que lo pusiera a parir, pero se quejaba del rollo victimista de sus personajes, de la continua tristeza, del énfasis puesto siempre en lo negativo y en lo dramático. Dijo algo así como que los parados también se ríen, toman cervezas y follan, sólo que Ken Loach no enseñaba eso en sus películas. Pues bien, en el libro de Gonzalo el protagonista tiene motivos para quejarse, pero se queja mojándose (como debe ser), y además se ríe, toma cervezas, va a conciertos y folla. Como la vida misma.