Hace unos años vi el episodio piloto y me pregunté qué más podía pasar, si sólo aquello era mejor que muchas de las películas que se hacen ahora. Como me cuesta la misma vida seguir cualquier serie, con la de libros que hay sin leer, ahí me quedé. Emilio siguió viéndola y me insistía sobre lo que me estaba perdiendo. Ahora me alegro de haberla visto así, del tirón, sin tener que esperar un año entre temporada y temporada. Hoy se emite el último capítulo en Estados Unidos y mañana podremos verlo aquí, gracias a esas personas anónimas que lo piratean todo y hasta le ponen los subtítulos.
Breaking Bad es la mejor serie de televisión que he visto nunca con diferencia. El guión es brillante, la profundidad y evolución de los personajes son apabullantes, y el ritmo aumenta o frena (fantásticos los episodios de calma chicha, fantásticos) al servicio de una historia preñada de elementos clásicos que funcionan a la perfección.
No sé qué va a pasar, pero guardo la esperanza de que sea un final cerrado, arriesgado y apoteósico. En cualquier caso, el viaje hasta aquí ha merecido la pena.
Mención especial al actor que hace de Jesse Pinkman. Su sufrimiento traspasa la pantalla, angustia y conmueve, lo borda.